Romper con la creencia de que el deterioro es un aspecto ineludible de la vejez.
Existe una tendencia a concebir el desarrollo humano como un ciclo, donde hay un comienzo marcado por la infancia y la adolescencia, luego una plenitud, donde situamos a los adultos jóvenes y a los adultos, y luego vendría una etapa de deterioro donde paulatinamente las capacidades alcanzadas tenderían a ir disminuyendo.
Si bien es cierto que el cuerpo va resintiendo el paso del tiempo, la disminución de las capacidades aumenta más por la falta de actividad física, que por el paso de los años. Sobre el supuesto deterioro mental adjudicado al paso del tiempo, se ha comprobado que este no es propio de la edad avanzada. Existen enfermedades asociadas a esta etapa, pero estas son enfermedades y no es la norma.
El gran problema es que las creencias que tenemos arraigadas pueden ser una trampa en la forma de envejecer, ya que funcionan como profecías auto cumplidas. Si una persona está convencida que al llegar a cierta edad le será más difícil aprender o enfrentar un cierto tipo de situaciones, irá rehuyendo asumir desafíos, lo que repercutirá en un paulatino menoscabo producto de la falta de ejercitación más que de la edad.
El antídoto es valorar la etapa que se vive como un periodo de crecimiento, estimulando cada una de las dimensiones que nos hacen ser personas (física, cognitiva, afectiva y espiritual) para permitirnos un desarrollo integral.
Cultivar la autoaceptación y la autoestima.
Aceptarse como uno es, con las cualidades y los defectos que nos constituyen, asumiendo la situación y el contexto en el que se encuentre sin rencores hacia otros, ni culpas por haber cometido errores.
¿Quién no se ha equivocado?. Culparnos por hechos del pasado sólo nos hace ir hacia atrás, alejándonos del presente y por lo tanto, impidiéndonos comprender lo que sucede en nuestro entorno de manera nítida, lo que puede hacer que nos equivoquemos en el presente, y que mañana nos arrepintamos de lo que hoy hicimos.
Mantener y buscar nuevos vínculos.
Las emociones y sentimientos que vivenciamos cada día nos hacen experimentar la vida como placentera, o por el contrario, impiden su valoración. Las relaciones de amistad y amor son la mejor fuente para potenciar afectos que nos permiten enfrentar la vida con entusiasmo y energía, aspectos claves para no dejarse estar y cultivar el autodesarrollo.
Aumentar la flexibilidad para establecer nuevos vínculos con personas que no pertenecían al círculo habitual de antaño, es crucial porque en esta etapa es frecuente perder seres queridos y, luego de vivir los duelos, es necesario buscar otras personas con quienes compartir el día a día.
Buscar momentos de alegría.
El autoconocimiento es esencial para que cada cual busque activamente momentos de placer y de alegría. En esta etapa el estado emocional es realmente clave, y estar atento a cuadros depresivos es indispensable para prevenir el deterioro. Estos trastornos pueden ir asociados a un deterioro cognitivo importante, constituyendo una seudodemencia. El gran peligro es que si no se abordan a tiempo el daño cognitivo puede ser irreversible.
Fuente: La Segunda.
5) Hacer las paces con la muerte.
Probablemente es uno de los grandes desafíos del ser humano. Aceptar la muerte como parte del ciclo en el cual estamos insertos nos trae varios beneficios, como permitirnos apreciar el momento presente, no cayendo en actitudes hipocondríacas donde el continuo temor a enfermarse haga que una persona viva con un cuidado desmedido en lo que come, o yendo al doctor ante cualquier dolor, por mínimo que sea, impidiendo con ello enfocarse en actividades de mayor goce y crecimiento.
Tener presente que la muerte es una certeza y amigarse con ella ayuda a ir desprendiéndose del apego a las cosas materiales, y por lo tanto volcarse más a los afectos y a las relaciones con quienes queremos.