Hoy 6.130 personas en Chile tienen 100 años o más. Un grupo que por el sostenido aumento de la expectativa de vida, no detendrá su crecimiento. Para el año 2050 la cifra se sextuplicará y 37.183 chilenos serán centenarios, según el Servicio Nacional del Adulto Mayor (Senama), estadística generada a partir del Observatorio Demográfico 2012 de la Cepal.
El principal mito que hay que derribar, aclara Gerardo Fasce, geriatra del Hospital Clínico de la U. de Chile y miembro de la Sociedad de Geriatría y Gerontología de Chile, es que las personas que superan esa barrera tienen mala salud. “Han tenido un envejecimiento más exitoso. Las personas con enfermedades más graves fallecen entre los 75 y los 85 años”, explica. A los 100 años o más enfrentan problemas sensoriales o auditivos, pero en general, se mantienen independientes.
Se trata de una etapa de la vida que no se vislumbra en su real dimensión, advierte Daniela Thumala, psicóloga del Observatorio Social del Envejecimiento y la Vejez de la Universidad de Chile. “Es una etapa que puede durar mucho más que la niñez y adolescencia, y se mira como algo que les pasa a otros, pero nos puede pasar a todos, es democrática”, dice Thumala.
Gracias a los avances de la medicina, llegar a 100 años es cada vez más factible. Pero poco se habla de envejecer, dice Vania Kuzmanic, psicóloga de la Universidad Diego Portales. “Como sociedad no estamos preparados, aún hay mucho miedo y prejuicio acerca de ser viejo, algunas personas piensan que es bueno vivir tanto, pero por otro lado cuestionan en qué condiciones físicas, sociales y cognitivas”, indica.
Que no se asuma lo extenso de esa etapa, junto a los prejuicios, indica Thumala, explican la falta de preparación social e individual para asegurar un bienestar económico, planificar el ahorro, y ver cómo establecer redes de apoyo y cuidar la salud en esos años. “Está instalada la creencia de que quiénes deben hacerse cargo de eso es el Estado y las familias, pero no la persona. Ningún sistema por si sólo asegura el bienestar en la vejez, eso pasa por las políticas públicas, las redes sociales y la responsabilidad que nos cabe a cada uno de nosotros”, aclara.
Esteban Calvo, director del Magíster en Políticas Públicas de la U. Diego Portales, dice que ese rápido crecimiento implica desafíos de cuidado, salud y vivienda diferentes. “Los espacios públicos, por ejemplo, están construidos para niños, adolescentes y personas de 60 años, pero no para personas de cien años o más. En la mitad de los ascensores en Chile no cabe una silla de ruedas”, dice.
Es una edad en que hay una mayor fragilidad, con la consiguiente necesidad de cuidado y protección social, señala Marisol del Pozo, psicóloga experta en adulto mayor de la Universidad Alberto Hurtado. “Las personas de 70 y 80 años no requieren mayor cuidado, son autónomos, pero de 100 o más es una población más vulnerable en todos los sentidos”.
Fasce dice que esto no es un problema para 20 años más, sino uno actual. “Tenemos déficit de personas capacitadas en su cuidado, desde técnicos y profesionales, junto a la dificultad de una ciudad que no se adapta. No es sólo un problema médico, deben intervenir distintos actores, desde arquitectos a sociólogos. Hace falta visibilizarlo y que exista voluntad política”, agrega Fasce.
Roberto del Aguila, representante de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) en Chile, dice que se requiere una reconversión de los servicios de salud en el primer nivel, que no sean sólo materno infantil y se enfoquen en el adulto mayor. “Lo mismo con la salud mental, no se trata sólo de psiquiatras, sino de psicólogos que los ayuden con problemas cotidianos y hagan seguimientos para evitar niveles de depresión severa”, indica.
Es un nuevo escenario que se enfrenta a otro modo de ser familia. “La familia tiene otro tipo de patrones en referencia a las generaciones, las exigencias están puestas en un proyecto de desarrollo personal que limita con el cuidado de los mayores. Y ellos esperan ser cuidados como ellos cuidaron a sus padres y la generaciones más jóvenes cambiaron ese modelo”, indica Del Pozo.
El desafío es cuidar de otro modo. Tarea que no puede estar depositada sólo en la familia, sostiene Del Pozo. “La familia hoy no puede responder a esa demanda, especialmente en familias con mayores carencias, es imposible”.
Jubilar a mayor edad podría beneficiar a los próximos centenarios, dice Calvo. “Pero pocas personas desean seguir trabajando a mayor edad, la mayoría quiere jubilarse y hacer otras cosas”, dice.
El cuestionamiento es si acompaña la salud para trabajar cinco años más. “A los 70 años muchos chilenos tienen problemas de salud. El problema de las AFP es que pagan muy pocos beneficios, subir la edad de jubilación es una alternativa para mejorar las condiciones económicas, especialmente de las mujeres que ganan menos que los hombres en el mismo cargo”, sostiene.
Ellas, además, viven más tiempo y tienen que financiar más años con menos dinero. Y es el grupo en que se concentra hoy el 75% de los centenarios (4.658).
Fuente: La Tercera.