Asegura que no es por llamar la atención, sino que inspirado en el caso de una mujer de 80 años que en 2012 rindió el examen, Gumercindo Cruz se inscribió para rendir la PSU este lunes y martes.
Sentado en su librería de Viña del Mar, el maestro normalista de 83 años cuenta que vive de “soltero” en una pensión y que ocupa algunas horas del día haciendo baile entretenido. Cuando le comentan que es la persona con más edad que rendirá el test, simplemente sonríe.
Cruz relata que, si bien su tienda es administrada actualmente por su hija, sigue visitando el local, pues “mi única forma de seguir entregando educación es con los libros, a los que se les debería quitar el alto impuesto”.
Estos últimos meses, sin embargo, ha cambiado los libros por los facsímiles, los que, afirma, “no son tan difíciles”, por lo que estima obtendrá “cerca de 600 puntos en Lenguaje y Matemáticas, que es mi especialidad”.
Añade que su meta es entrar a un instituto y sacar un diploma de administración, en dos años. “No sé por qué me dio por eso, quiero hacer cosas distintas. Actualmente estudio francés, inglés y escribo un libro: ¿Por qué no puedo hacer algo más?”.
Cruz relata que fue un alumno esforzado. Estudió hasta quinto año en la escuela de su natal San Rosendo y luego se trasladó a Concepción, tras lo cual partió a Santiago a la Escuela Normal Superior José Abelardo Núñez, donde se formó como maestro. Ya había ocurrido el terremoto de 1939 y su familia pasó momentos difíciles: “Mi papá era farmacéutico y se cayó el negocio y nuestra casa, entonces él estuvo encalillado hasta que se murió”.
Añade que “tuve la suerte de tener una beca, que era de cómo $ 50 mil de ahora, pero era poco y tuve que buscar una peguita”.
Por eso, dice que entiende la situación actual de los universitarios y subraya que “al menos en mi tiempo, se sabía que si entrabas a la universidad, ibas a recibir una educación de calidad”.
Gumercindo Cruz fue maestro por 30 años en varios lugares. Chaitén fue el último rincón donde hizo clases, en 1973. Ese año fue detenido en la cárcel de Puerto Montt, por cerca de 12 meses. “Lo que más me dolió fue que se me arrebató la posibilidad de enseñar”.
Después fue sastre, pero su pasión por educar lo llevó a obtener una extensa colección de libros. Creó un lugar donde se podía leer, comprar y arrendarlos. La librería abrió en Puerto Montt, después la trasladó a San Rosendo y, finalmente, a Viña del Mar.
Gumercindo Cruz no es el único caso de representante de la tercera edad que rendirá la PSU. Otra de estas historias comenzó cuando Juana Rodríguez (65) escuchó en la radio que estaban abiertas las matrículas para la escuela nocturna de Padre Hurtado. Entonces conversó con su marido, Edmundo Ríos (74), la idea de terminar el colegio. El, algo temeroso de volver a estudiar después de varias décadas, accedió y ahora, a tres años de ese episodio, el matrimonio se apronta a dar la PSU, con el apoyo de sus tres hijos y siete nietos.
El camino no fue fácil, asegura Rodríguez. Ambos -llevan 47 años juntos- dejaron el colegio a los 12 años, por lo que habían perdido la costumbre. “Todo era distinto. Nos costó harto entender el método”, asegura Ríos, quien, a pesar de las primeras dificultades, egresó con 6,4. Juana Rodríguez, en tanto, logró un 6,9 en Lenguaje, “pero el profesor me dijo que, por mi esfuerzo, me daría una décima, así que tuve promedio 7”, dice orgullosa.
Entre ellos se ayudan a estudiar, y entre risas, ella confiesa que “Edmundo es muy bueno en Matemática y me enseña. A veces pierde la paciencia y me dice: ¡Aprende, cabeza de piedra!”. Por su parte, Juana Rodríguez corrige la ortografía de su pareja: “En el computador es fácil, pero a mano no, así que allí le pido ayuda a ella”, dice Ríos.
Añade: “Para nosotros estudiar era algo pendiente. Muchos nos dicen que para qué lo hacemos a estas alturas, y yo digo ¿por qué no?”.
Su señora continúa: “uno tiene que aprender. El conocimiento sirve para todo, incluso para que no te hagan tonta en las cuentas”.
A pesar de la felicidad que sienten por terminar una etapa, ambos aseguran que estuvieron a punto de desertar. “Estuvimos muchas veces a punto de dejar las clases. Edmundo decía que no servía para esto, y yo le decía que siguiera, que nos quedaba poco. Nos han operado, hemos estado enfermos y seguimos igual”, cuenta ella.
Para la PSU no están asustados. Dicen que no han realizado ensayos, pero sí estudian tres horas al día, con la ayuda de una nieta. “Esto es un desafío personal. Sería rico sacar un gran puntaje, pero no creo”, dice él.
Fuente: La Tercera.