Chile envejece aceleradamente, y los mayores de 60 años son el grupo etario que más crece. Esto implica ciertas responsabilidades como sociedad y también se traduce en la inclusión de la llamada «tercera edad» en la vida familiar, lo que no es una tarea fácil.
Hoy son dos millones 638 mil los adultos mayores que viven en nuestro país, casi el doble de lo que había hace 22 años, según reveló la última Encuesta Nacional de Caracterización Socioeconómica (Casen). Pero esto, no necesariamente se traduce en una sociedad inclusiva y preparada para cuidar y respetar a los abuelos, lo que generalmente se manifiesta en malas estrategias a la hora de incluirlos en el hogar familiar.
Por eso, para realizar las adaptaciones necesarias hay que tomar ciertas precauciones y tener en cuenta aspectos como la edad en que llega el abuelo a vivir con su familia, y sus condiciones de salud. De esta forma se puede mantener la imagen positiva del abuelo que se tenía en la infancia, y evitar una mala convivencia.
Una decisión consensuada
Para lograr la adaptación de un adulto mayor en el hogar, el paso previo implica un desarrollo de la relación entre el abuelo y su familia, en el cual los padres son fundamentales. «Si ese contacto no ha existido, la posibilidad de desencuentro aumenta, situación que disminuye al haber una relación permanente y cercana entre hijos y sus padres, y los nietos con sus abuelos», indica Juan Carlos Molina, geriatra de la Clínica MEDS y director de la Fundación Adulto Mayor.
También se recomienda que antes de decidirlo, la familia debe conversar y consensuar la decisión, de manera de asumir con mejor disposición acoger al abuelo, y no recibirlo como un desconocido. Por otra parte, «la información que se entrega a los niños debe ser clara y precisa», indica Rosa Kornfeld, directora del Senama, de manera que estén al tanto de las limitaciones que afectan a su abuelo, sin exagerarlas ni minimizarlas. «Incluso, es bueno que los nietos puedan participar de alguno de los cuidados mínimos que requiera el abuelo», agrega.
En ese contexto, para Víctor Hugo Carrasco, presidente de la Sociedad de Geriatría y Gerontología de Chile, «tomar la decisión unilateralmente, sin tener una previa conversación con el abuelo y la familia, puede ser contraproducente, porque el mundo se altera tanto para el matrimonio como para los hijos y el adulto mayor». En esa línea, Kornfeld advierte que «esto implica un cambio de vida que debe ser sopesado adecuadamente, porque aparece una nueva figura de autoridad (además del padre y la madre) y los padres deben aclarar que la jefatura del hogar reside en ellos y que se debe respeto a la tercera edad».
Traslado temprano
Para que este marco de roles y responsabilidades funcione, se recomienda que el traslado hacia otro hogar se haga de forma temprana y no cuando el abuelo ya está deteriorado tanto en su condición física como mental, y no tenga la capacidad de adaptarse a su entorno.
«A la gente mayor, los cambios drásticos los desarraigan», indica Molina. «En la tercera edad, conversar con el vecino o cualquier persona cercana, además de, por ejemplo, regar las plantas son parte importante de la vida y del quehacer de cada uno, por eso es recomendable que la familia establezca tareas que mantengan activo al abuelo, en la medida de lo posible».
Una situación negativa y que los expertos recomiendan evitar es que una persona mayor se traslade de la casa de un hijo a la de otro con frecuencia. Esto «solo aumenta los riesgos para esa persona, porque nunca se adapta, y porque en esas casas tampoco se adaptan al abuelo», indica Carrasco.
Fuente: El Mercurio.